domingo, 25 de julio de 2010

Literatura Fantástica


La literatura fantástica como todo género literario tiene su definición; esta se ha logrado al cabo de los años y proviene de estudiosos sobre este género literario en particular. Muchas de las definiciones se basan en el estudio del género clásico de terror.
La definición clásica de literatura fantástica se encuentra superada por autores modernos, como puedan ser Kafka, Borges o Cortázar, los cuales crearon literatura fantástica pero sin ceñirse a ningún canon clásico. La labor de estos autores ha provocado que llegados a la modernidad no sea posible catalogar la literatura fantástica de un modo rígido.
Los nuevos autores de la literatura fantástica no se circunscriben a ningún género narrativo en particular. Tampoco el narrador de género fantástico adquiere unos rasgos definidos que puedan catalogarlo; por último los personajes que pueblan los relatos fantásticos son completamente heterodoxos.
Las definiciones e literatura fantástica han sido muchas a lo largo de los años y todas ellas han tenido la ambición de apresar lo que es la esencia de lo fantástico. Muchas han sido también las que han intentando desbancar a sus competidoras.
Quizás la mejor definición de los que es la literatura fantástica la haya dado Tzvetan Todorov. Esta definición puede servir de base para la construcción de toda una teoría literaria sobre la literatura fantástica.
Todorov se ha convertido en un referente obligado a la hora de hablar de literatura fantástica; este crítico también estableció los diferentes subgéneros en los cuales se divide la literatura fantástica. Todorov, en esencia, establece tres categorías dentro de la ficción: lo maravilloso, lo insólito y lo fantástico.


Características
Los rasgos del género fantástico se basan en la inclusión de elementos fantásticos en la coherencia interna. Dentro de esa estructura, cualquier tipo de elemento fantástico es posible: puede tratarse de fenómenos ocultos en un mundo aparente real, puede trasladar a los personajes de un mundo con tales elementos, o puede que el argumento se produzca totalmente en un mundo fantástico, donde estos elementos son parte del mismo.
Aunque los elementos irreales e imaginarios sean la base de la trama, esta debe tener su propia coherencia, ya que si no pertenecerá al género surrealista y no al fantástico.

Literatura Policiaca



Características del género

En términos generales podemos definirlo según Van Dine, como “una especie de juego de la inteligencia en el que el autor debe medirse lealmente con el lector y cuyo objetivo final es aclarar un misterio.”
La estructura básica del relato policial -hablamos de relato ya que el género ideal para plasmar este tipo de literatura es el narrativo- parte de una situación misteriosa (robo, crimen), para pasar inmediatamente a la investigación; esta se basa en el análisis de indicios y la eliminación paulatina de las sospechas hasta arribar, en medio de una atmósfera de suspenso, a un desenlace imprevisto.
El género se construye sobre un sistema binario, soporte del relato policial, que se manifiesta en distintos niveles. Los personajes se mueven en un mundo imaginario donde “responden a una disposición maniquea en la que los buenos se oponen a los malos, los ricos a los pobres, la razón al instinto. El dos, entonces, como signo de producción, generalmente atraviesa los textos en todos sus estratos: dos son las historias que se cuentan – la historia del crimen y la historia de la investigación – cuyos protagonistas principales resultan también ser dos, el detective y el criminal, o bien el asesino y su víctima, o bien el perseguidor y el perseguido. En el nivel de la enunciación observamos: un narrador (el detective) que se dirige a un narratorio interno (su ayudante). Por último, el dos propone una serie de figuras como repeticiones, duplicaciones, inversiones, oposiciones, que aparecen en las diferentes categorías de los relatos con variedad de jerarquía e intensidad.”2
En lo policial se distinguen tres tipos básicos de relatos: novela-problema, novela de suspenso y novela “dura”. La novela – problema se caracteriza por plantear un enigma y ofrecer un proceso de investigación a cargo del héroe de la historia: el detective. Se elige preferentemente un ámbito cerrado y un número limitado de sospechosos, lo que permite al lector entrar en el juego y tener la posibilidad de descubrir el enigma por su cuenta. Su propósito: asombrar intelectualmente al lector por un desciframiento ingenioso del enigma.
En la novela de suspenso, el eje del relato se desplaza del enigma hacia las situaciones de amenaza o agresión que sufre el protagonista; procura mantener en sobresalto al lector. El héroe no es ya el detective sino la víctima.
La novela dura o novela negra difiere con la anterior en que el detective pertenece al mismo ambiente que el criminal, se enfrenta a él pero con sus mismos métodos; muestra la violencia oscura de las calles, los transfondos del mundo de la política, los negocios en el hampa, siempre dentro de las líneas más clásicas del realismo. El eje de estos relatos está centrado en la acción, que se conforma por una serie de hechos sucesivos que llevan a nuevos crímenes y permiten brindar descripciones de ambientes marginales.
La inserción de este género en la literatura infantil, y especialmente en la juvenil, responde a la necesidad de acción en el adolescente así como le permite evadirse de la realidad circundante, en un juego de la imaginación donde predomina el razonamiento.
A modo de síntesis del género, conviene recordar las palabras de Ernesto Sábato, quien en Uno y el universo sostiene que la novela policial se fundamenta en una hipótesis. “Significa establecer una rigurosa cadena causal que termina en el crimen. El universo en que se mueven estos personajes está regido por leyes inexorables, donde no hay lugar para el milagro: es un universo estrictamente racional. Para que la novela cumpla con esta condición, se descartan deliberadamente los elementos irracionales o demoníacos que no se puedan plegar al esquema.”3

Su génesis y evolución
En una entrevista Borges señala que “a diferencia de la historia de otros géneros literarios, la del género policial no ofrece ningún misterio. Un astrólogo podría establecer el horóscopo, ya que sabemos exactamente el día en que ese género fue inventado. Se trata de uno de los días del año 1841 y su inventor fue aquel prodigioso escritor que se llamó Edgar Allan Poe. Poe, en 1841, escribe The Murders in the Rue Morgue (esto, traducido literalmente, sería Los asesinatos en la calle Morgue, pero yo creo que convendría traducirlo por Los crímenes de la calle Morgue, ya que la palabra crimen tiene la misma fuerza que la palabra murder en inglés; en cambio, asesinato está debilitada por las dos eses). Después de ese primer cuento policial, Poe escribe otros en los que se encuentran todas las características del género.”
A posteriori, la influencia de Poe -y también la de Conan Doyle- fue notable en la obra del novelista francés Gastón Leroux, quien en 1907 escribe su más famosa novela: El misterio del cuarto amarillo. Su detective Joseph Rouletabille, joven y audaz periodista, es el protagonista de un ciclo de novelas de gran popularidad entre los lectores galos.
El relato policial nace, entre otras causas, como consecuencia de una realidad histórica: la formación de las grandes ciudades junto con la búsqueda de justicia. De esta manera con lo policial ingresan nuevos personajes y ambientes netamente urbanos -la policía y los cuerpos de seguridad- que se organizan sistemáticamente a principios del siglo XIX. Todo ello se vio favorecido por la irrupción de la investigación científica. Aparecen entonces figuras como el detective Sherlock Holmes, el médico Watson y el padre Brown.
A partir de 1920, surge en Estados Unidos el thriller, una variedad de historia policíaca que tiene entre sus personajes más destacados a Nick Charles, Sam Spade y Philip Marlowe. En 1950 nos encontramos con la novela que se basa en el “modus operandi” de los detectives reales; en estos relatos, el lector descubre que los detectives son seres falibles, de carne y hueso, entrenados para el desarrollo de su oficio.
En cuanto a la narrativa policial argentina podemos diferenciar tres momentos:
Hasta 1930 el interés se centra en el argumento y los enigmas se aclaran en forma deductiva; hasta 1980 el interés se desplaza hacia la explicación psicológica tanto de los hechos como del accionar de los personajes; hacia fines del S.XX, el relato policial se torna más violento y realista; los delitos tienen razones concretas; los personajes poseen actualidad y sorprenden al lector. La trama une violencia, intriga, espionaje y sexo.
El género policial en nuestro país se ha caracterizado por la originalidad. Sus aportes más valiosos son: la inclusión del humor, la sustitución del tradicional detective por un comisario o inspector que indaga valiéndose de su sentido común y del conocimiento del medio en el que debe actuar, y la elección de personajes rurales junto a los urbanos.
A lo largo del siglo XX, la narrativa de Latinoamérica incursiona por la ficción policial a partir de dos modelos. O bien sigue el modelo inglés, o bien adopta los relatos negros de tradición norteamericana. Entre los autores se destacan: Manuel Peyrou, Horacio Quiroga, Filisberto Hernández, Juan Carlos Onetti, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Marco Denevi, Mario Levrero, Ricardo Piglia, Juan Martini, José Pablo Feinmann, Mempo Giardinelli, Osvaldo Soriano, entre otros.
En cuanto a compilaciones y estudios, en 1953 Rodolfo Walsh presenta Diez cuentos policiales argentinos en los que se advierte la herencia inglesa. Mucho más adelante, Jorge Rivera publica El relato policial en la Argentina, Jorge Lafforgue da a conocer El cuento policial en la Argentina y Daniel Link nos ofrece El juego de los cautos.

Algunas claves del género
Una de las claves es la causalidad aunque en algunos relatos se escamoteen pruebas. Otra clave es la inquietud que hace que el lector no sepa dónde está parado.
En general, los temas están teñidos por la ambición y la culpa; también aparecen el temor, la traición y la venganza. Los crímenes y robos, temas básicos, se han ampliado con la inclusión de secuestros, extorsiones, engaños, estafas, fugas y persecuciones.
Los personajes se nos ofrecen en perspectiva de antítesis: buenos contra malos. Por un lado, el policía, detective o inspector y, por el otro, el asesino o el espía. Este juega con el detective un papel de igualdad, en tanto se lo presenta como un sujeto sensible e inteligente. Se establece así una lucha entre dos puras inteligencias, por ello el interés del lector se centrará en el proceso de descubrimiento que conduce a la resolución del asesinato. Cuando el crimen lo comete un intelecto insuperable, más atrapante es el proceso de descubrimiento pues, en algunos relatos se tiene la sensación de estar ante un crimen perfecto. Los sospechosos adquieren ese “rango” en virtud de indicios comprometedores.
El ambiente, ya lo hemos dicho, es urbano. En los primeros relatos el crimen acontecía en espacios interiores. Entrado el siglo XX, la violencia acontece en las calles ante la sorpresa o la indiferencia de los posibles testigos.
El detective, cuasi científico, con rigor deductivo desentraña el enigma y en esta tarea lo acompaña el lector. Es usual que se propongan pistas falsas, casi siempre atractivas que, por un lado, colaboran con el suspenso y la tensión propios del género y, por el otro, mantienen el interés de quien lee. Este “rigor” científico se relaciona con el avance de la ciencia y del positivismo del siglo XIX.
El discurso del detective posee tono paródico: el del discurso policial. Es quien observa el doblez, la otra cara de la realidad. Ese proceso de detección implica un rearmado de signos, de pistas que ha dejado el asesino y, en este sentido, podemos concluir en que la acción detectivesca nos ofrece una multiplicidad de lecturas.
En lo que concierne a la resolución del enigma, se desecha todo elemento inexplicable o sobrenatural pues la trama del relato policial se recorta sobre una matriz de construcción científica. El texto se organiza alrededor de una investigación cuyos pasos son similares a los que realiza un científico: el detective toma nota de todos los detalles que rodean al crimen que se convierte en su objeto de estudio.
A partir de los datos, formula las hipótesis que explican el desenlace fatal.
Verifica sus hipótesis y de esta forma adjudica sentido a los indicios del crimen.
Como lo explica Todorov4, en el relato policial hallamos dos historias: “la primera, la del crimen, cuenta ‘lo que efectivamente ocurrió’, en tanto que la segunda, la de la investigación, explica ‘cómo el lector (o el narrador) toma conocimiento de los hechos’. Pero estas definiciones no son las de dos historias que contiene la novela policial, sino las de los dos aspectos de toda obra literaria.” Ásí pues cuando en la escuela acercamos lo policial a los alumnos estamos desvelando el funcionamiento de todos los relatos y el proceso lector.
Finalmente, es importante señalar que lo policial aparece diseminado en diversos formatos textuales, superando los límites de la literatura: crónicas, películas, series televisivas, historietas, telenovelas, investigaciones periodísticas. Por ello, el relato policial además de ser extraordinariamente popular, ha sido objeto de interés para distintas disciplinas, como el psicoanálisis, la sociología y la semiología.

1 Walsh, Rodolfo. Cuento para tahúres y otros relatos policiales. Buenos Aires, Puntosur, 1987.
2 Braceras, Elena-Leytour, Cristina-Pittella, Susana. El cuento policial argentino, Revista Lucanor. Año 1. Nº1. Julio/1968; págs.15-22.
3 Sábato, Ernesto. Uno y el universo, Buenos Aires, Sudamericana, 1969, p.77.
4 Todorov, Tzvetan, “Tipología de la novela policial” en El juego de los cautos de Daniel Link (Comp.), Buenos Aires, La Marca, 1992.

Sonyk "El Dragon" - ★Que Me Gustas★ *Letra*